I
Estoy aquí
recordando el olor a gardenias
que tenías
Recordando el dulce aceite
que secretabas
Recordando la soledad
que yo sentía
la traición que otros maquinaban
¿Cuán sincera has sido?
Daría mi vida
por tener la certeza
Y tan solo obtengo
unos tragos de alcohol
intentando apagar el infierno
que lentamente seduce mis venas.
II
Hoy se cumplen tres noches en las que he recorrido el camino que lleva a tu morada y regresa a la mía. Me ha dolido ver que la luz indicadora de la esperanza para retornar a tu regazo, está apagada. Tan apagada como la confianza. Tan apagada como la llama que me ata a ésta inexplicable dimensión en la que soy un desconocido, un extraño para todos, incluyéndome a mí mismo.
III
He salido varias noches a buscarte en otras miradas, en otras sonrisas, en otras lágrimas. Está de más decir que afuera no te he encontrado. Te he encontrado en cada rincón de mi cuarto; en cada huella que el polvo ha ido cubriendo... Te he encontrado en mi cuerpo, en mi mirada, en mis sonrisas y lágrimas que poco a poco el alcohol va consumiendo.
Vale decir que en mis destellos de sobriedad es cuando te he buscado, asomándome por tu ventana y por el espejo que está enfrente del lecho donde la esencia de tu cuerpo permanece dormida, así cómo lo hiciste en aquellas innombrables noches cuando te hablaba; sonreías, alargaba mi brazo invitándote a tomar de mí el poco calor que pudiera ofrendarte y tú, te acurrucabas, como aquellas avecillas lo hacen en su nido durante una diurna tormenta.
Y hoy tan sólo la oquedad acaricia ese lado vacío de mi cama y de mi alma.
IV
Te extraño.
Extraño las muecas de la niña caprichosa que aparecía cuando pedías algo, ¿y cómo negártelo, si eras el pequeño astro que daba sentido a la existencia de mi universo?
Extraño el bello contraste formado por tu ropa y tu piel. Eras la combinación perfecta de luz y obscuridad... Eras como el amanecer.
Extraño tus silenciosos reproches surgidos a causa del demonio con él que comparto cuerpo y pensamientos.
Extraño tus perceptibles celos. Ahora el acto de observar con detenimiento un cuerpo femenino no tiene razón de ser porque ya no te enfado; hasta eso se ha vuelto vacío...
También extraño aquel ritmo que tienes y que provocaba que nos estremeciéramos y lanzáramos el gemido en el instante preciso.
V
En éstos momentos estoy sumamente acalorado, estoy sufriendo. ¿Será tu recuerdo que ha reavivado el fuego? Quizá el etílico fantasma de la Muerte que nuevamente me está abrazando. O quizá es el infierno que me provoca tu ausencia y la certeza de que si regresas a mi lado, se reavivará la demoniaca hoguera.
VI
Quiero tocarte
y fusionarme contigo
aún cuando después regresemos a este universo
que violentamente nos separa
y lo negemos quedándonos dormidos
Quiero tocarte
y fusionarme contigo
aún cuando después
llegue la Muerte
a reclamar mi alma
y me deje vacío
Quiero tocarte
y fusionarme contigo
para llegar al clímax
recordarte para olvidarte
y después
tener un fatídico descenso.
Bartolo, E. (2001). En: Garabato. Lectura de Poesía
del Taller de Poesía de
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