HE DESPERTADO CON ESA SED a la que sólo tú puedes dominar.

Quiero beber en ese mar de tu cuerpo y recorrerlo lentamente con mi boca, para explorar cada uno de tus poros como si fuesen el descubrimiento de algo cada vez más profundo.

Tomar la dulce miel que sólo tu pubis me puede ofrecer. Acariciar cada fragmento de tu piel como el mago que osa recorrer el universo con un solo hechizo. Sentir la bruma de tu aliento sobre mi rostro como las olas que chocan en las rocas...

Ver cómo te mueves, como si tu cuerpo estuviera poseído por el espíritu de la naturaleza misma. Navegar en ti como el marinero que se atreve a descubrir nuevas tierras, sin más tripulación en el navío que mi anhelo de amarte. Encallar en esa hermosa isla que es tu mirada, tan quieta, tan reconfortante... Tan amorosa.

Necesito sentir esa tormenta que guardas cada día y haces explotar en las noches, convirtiendo a la mar en una extraña embravecida que reclama una vida para serenarse… Y yo, dispuesto a ofrecerme a cambio de ver nuevamente en ti la calma.

Y durante la tormenta, rezo, implorándole a algún poder supremo, la oportunidad de revivir cada mañana, para así poder presenciar cómo surges violentamente después del ocaso, y seguir en este eterno suplicio que me das;  en el que sin dudarlo, te ofrezco todo cuanto poseo.


Bartolo, E. (2000) En: Lectura de Poesía del Taller de Poesía de la SOGEM, Puebla. Puebla: Publicación independiente.


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