Clama a mí y yo te responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.

Jeremías 33:3


Por Edgar BARTOLO RAMOS


Antes que nada debo confesar que soy uno de los más obstinados ateos que puedan encontrar, pero la historia que trataré de narrar, me ha parecido interesante.

A don Toribio Cano Gallegos se le puede encontrar en una de las colonias aledañas a la capital. Cuando cae la tarde saca una rústica mesita de madera que sostiene una charola con gelatinas y un recipiente con dulces.

Al fondo se puede apreciar otra mesa que tiene material para costura de ropa; su esposa es maestra de corte y confección, pero él a veces le ayuda a sacar algunos encargos.

Don Toribio, quien casi tiene 60 años, tuvo un tumor en la región abdominal y estuvo varios meses sin que ningún médico pudiera darle un diagnóstico adecuado. Pasó por médicos homeópatas, por clínicas de asistencia social y privadas. Le hicieron diversos diagnósticos: problemas en la próstata, deficiencia renal, anemia…

Inclusive hubo un médico que le dijo que estaba desahuciado, “que no había remedio, que ya había hecho todo lo posible”. Así es como estuvo en su casa una temporada.

En ésa situación una doctora iba a atenderlo sin cobrarle, porque eran visibles sus carencias y ella logró una mejoría en su salud.

“Ya estaba sin dinero, sin nada, fue cuando hice una oración a Dios, porque Dios es un ser que oye y responde”. Don Toribio relata que después de su oración empezaron a llegar varias personas quienes le daban una ayuda económica y a muchas de estas personas no les conocía. Inclusive hubo una enfermera que cada quincena le dejaba $250.00 y otras personas que le apoyaron hasta con $1000.00, pero sobretodo el mayor apoyo que le hicieron sentir fue el saber que obtuvo una respuesta.

“Cómo Dios tocó el corazón de la gente para darme una respuesta a mi necesidad”, dijo con la emoción reflejada en sus ojos.

Pero nuevamente se vio en una situación económica poco favorable; fue cuando oró otra vez. A la semana llegó a visitarlo un matrimonio: Santiago y Sofía. Esta pareja le preguntó sobre toda su situación y uno de ellos le dijo: “yo te voy a volver a ver fuerte, trabajando; de esta situación Dios te va a sacar adelante”.

Prometieron regresar y así lo hicieron: los llevaron, a él y a su familia, a la casa de éste matrimonio y le cuidaron por algún tiempo. Fueron con un médico de una clínica y le pidió unos análisis y pruebas que arrojaron el verdadero motivo de su mal: un tumor que resultó ser benigno.

El mismo día en que le dieron su diagnóstico tenía que ser intervenido quirúrgicamente. Don Toribio recuerda que no llevaba ni un peso en la bolsa, pero ese matrimonio le dijo: “mira, tú vida es lo que vale. El dinero, ya veremos que hacemos”. Y así ellos absorbieron el gasto de la cirugía que tuvo un costo aproximado de 35 mil pesos.

“Gracias a Dios aquí estoy nuevamente, porque esta situación que pasé era para morirme, no para vivir”, dijo don Toribio. “Yo no sé si Dios me dé 15 ó 20 años más, pero en todos los años que yo viva, seguiré viviendo”.

Antes de tener su tienda, atendía su local de ropa en el Mercado de Abastos. Actualmente, además de las gelatinas y la costura, también le da un terminado a los pósters que los hace lucir plastificados, oficio que aprendió durante su recuperación. Este trabajo lo hace por encargos, pero también sale a venderlos a la calle, al mercado.

Además, desde hace 30 años hace lo posible por predicar la Biblia.

Otra de sus anécdotas es que durante su recuperación, con los retazos de tela confeccionó 36 sábanas. “El otro día me paré en la puerta. Venía una señora que se ve que es de escasos recursos y le dije: tenga usted, llévese esto. Preguntó por qué y le dije que es lo que Dios le da”. En este punto don Toribio mencionó el secreto para prosperar, que pasa inadvertido para muchos de nosotros: “Dar, porque el da recibe; como una persona que siembra, porque si no suelta su semilla primero, no recibe cosecha”.

Y hasta que oscureció siguió relatando su experiencia con Dios y cómo toca el corazón de la gente y tal y como él dijo, “seguiría platicando de esto por horas”.

Yo aún medito sobre cómo sería la humanidad si cada vez más personas, creyentes o no, aplicáramos el mencionado secreto para prosperar…

 

EL DEFENSOR. La voz de Oaxaca. Año II. No 49. 1ª quincena de diciembre del 2002. p. 3

 
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